- Primer premio: Manuel Pablo Pindado Puerta por "Cara o cruz"
- Segundo premio: Mónica Basilio Hazas por "Concierto para una memoria"
- Tercer premio: Carlos Burgos por "Ejercicio de ciencias"
Los relatos ganadores estaban sujeto a la licencia de libre distribución CreativeCommons, por lo que a continuación os mostramos los relatos ganadores, dándoles desde la redacción de “Investigar es Futuro” nuestra más sincera enhorabuena y deseándoles una mas que fructífera carrera literaria en este campo de la literatura.
1) “CARA O CRUZ” (Manuel Pablo Pindado Puerta)
“Estoy convencido de que Dios no tira el dado”
(Fragmento de una carta de Albert Einstein a Max Born, 1926)
–¡Basta ya! ¡Eso es una falacia, una herejía!
El sonido del puño del doctor Wolfowitz sobre la mesa, amplificado por cientos de altavoces, sacudió todo el auditorio como un trueno. Se había puesto en pie, y su pelo blanco y desordenado le caía sobre los ojos como a un demente. Aquello fue el detonante de una avalancha de gritos, imprecaciones, silbidos...
El profesor Josef Barnard, director del 176º Congreso Científico Intergaláctico, golpeó varias veces su mesa con el mazo, pidiendo silencio.
–Silencio, caballeros, les ruego que se comporten –Bramó con su voz grave y autoritaria por encima de los más de dos mil sabios allí congregados, llegados de todos los rincones del Universo conocido, ahora transformados en un ruidoso corro de agitadores. Barnard era un hombre grande y fuerte, que parecía más un minero de Titán que un experto en los delicados cultivos hidropónicos a bajas temperaturas que eran su especialidad, y su imponente presencia consiguió que los ánimos se calmaran lo suficiente para poder seguir hablando. Barnard aprovechó para dirigirse al orador que había causado aquel revuelo.
–Bien, profesor García. Estará de acuerdo en que su teoría es, por así decirlo, provocadora.
–Sí, señor, lo entiendo.
García era un hombre pequeño, como correspondía a alguien que había vivido toda su vida en la gravedad de la Tierra. Eso también le hacía parecer más viejo de los cuarenta y ocho años que tenía.
–Me gustaría que nos lo volviera a explicar todo desde el principio, si no le importa.
–Por supuesto –Contestó García desde el púlpito, mirando de reojo a las gradas. Había tenido un instante de pánico ante la iracunda reacción de sus colegas y algunas gotas de sudor le corrían por la espalda, pero comenzaba a recuperar la compostura –Bien, intentaré resumirlo, veamos. Todos hemos estudiado en algún momento de nuestra vida que, si se tira una moneda al aire un número suficientemente grande de veces, el número de veces que conseguiremos una cara será igual al de cruces. Esta es la base de lo que los antiguos, hace más de siete siglos, llamaron Teoría de las Probabilidades, que a su vez es la base de la
Estadística –Hizo una pequeña pausa para observar a su auditorio, y comprobó con satisfacción que volvía a tener su plena atención
–Como les decía, todo esto se basa en un experimento muy tonto y tedioso, tanto que nadie lo ha repetido desde hace siglos. Tirar una moneda al aire miles de veces. ¡Sólo encontrar una de esas viejas monedas ya resulta suficientemente difícil! Bien, pues mis compañeros y yo hemos pedido a algunos colaboradores que realicen este experimento en varios lugares distintos, en idénticas condiciones –Volvieron a escucharse murmullos, y García intentó apaciguarlos –Sí, ya sé que suena raro oír hablar hoy en día de la realización de un experimento, y más de uno tan sencillo, que cualquier niño podría realizar. Ya nadie hace experimentos, y deberíamos preguntarnos si eso es bueno. Basamos todas nuestras investigaciones en la simulación, los grandes ordenadores, aceptamos los resultados que nos dan, pero nuestro método científico ya casi no incluye la experimentación. Sin embargo, nosotros lo hemos hecho a mano, como se hacía antiguamente, y aquí tienen los resultados.
Y al decir esto, el doctor García se volvió hacia la inmensa pantalla de aluminio transparente situada detrás de él, en la que podía verse una multitud de gráficas y tablas.
–Ahí lo tienen. Dependiendo de en qué lugar del universo conocido se realice el experimento, los resultados son muy diferentes. Al tirar una moneda al aire, el número de caras no se aproxima al de cruces, es más, se aleja cuanto mayor es el número de ensayos. Unas veces hay más caras y otras más cruces. Solamente aquí, en la Tierra, se mantiene la misma proporción.
–¡Eso es ridículo! –Gritó alguien desde la zona de las gradas ocupadas por los investigadores de Andrómeda. García intentó ignorarlo.
–Hemos repetido el experimento en sitios alejados años-luz unos de otros. Por supuesto, también hemos hecho otros ensayos parecidos. Con dados, por ejemplo. Dados perfectamente equilibrados cuyas caras no aparecen el mismo número de veces según se tire en Lyra o en Tauro.
–¿Y por qué nadie se ha dado cuenta hasta ahora? –Esta vez la voz se oyó en la otra punta del gran salón de actos.
–Bueno, los ordenadores siempre han proporcionado resultados coherentes. Es cierto que se han detectado pequeñas anomalías aquí y allá, pero siempre las hemos explicado en base a cosas como las distintas atracciones gravitatorias, las altas velocidades y los corrimientos que provocan, la materia oscura, las interferencias en las transmisiones provocadas por la radiación de fondo... Creo que en eso también debemos culparnos a nosotros mismos. Hasta ahora, a nadie se le ha ocurrido que las llamadas Leyes Universales no lo sean tanto. Hemos introducido factores experimentales de ajuste y adelante. Además, por alguna misteriosa razón, esta variación en las probabilidades no se produce en la Tierra. Las mismas caras
que cruces, los mismos resultados con los dados…
–¡Pero entonces, nos está diciendo que todos los cálculos sobre sucesos que acontecen fuera de la Tierra que estén basados en la estadística estarían equivocados! ¡Es una locura! –Wolfowitz y su flequillo blanco volvían a agitarse frenéticamente.
–Sólo digo que pueden estarlo, que debemos revisarlos.
El profesor Barnard tomó de nuevo la palabra –Profesor García, usted es un científico riguroso, siempre lo ha sido. Me resulta difícil dudar de sus resultados. Los he estudiado varias veces, he hablado con su equipo, y no encuentro ningún fallo. De cualquier forma, estará de acuerdo en que parece un método arriesgado, querer comprobar una teoría sólo en base a la experimentación, desconfiando de las simulaciones. Supongo que usted lo habrá comprobado mil veces antes de venir aquí a jugarse su carrera ¿Verdad? –García asintió, agradecido por esa muestra pública de apoyo. Barnard continuó –Bien. Si lo que dice fuera cierto, la única explicación aceptable sería que hubiera alguna fuerza en el universo lo suficientemente fuerte para influir en las probabilidades. Sé que tiene una teoría al respecto ¿Podría ponerla en conocimiento de todos?
García guardó silencio unos segundos. Sí, tenía una teoría, pero ¿Estaban aquellos hombres preparados para escucharla? En fin, un poco más de escándalo ya era indiferente, así que inspiró profundamente y lo dijo:
–Creo que hay una inteligencia superior a la nuestra que introduce esas variaciones en las probabilidades, a su antojo.
El griterío volvió a hacerse ensordecedor. García recorrió las gradas con la mirada. Hombres tranquilos, metódicos, la flor y nata de la ciencia, se comportaban de repente como tripulantes de carguero estelar en su noche de permiso, dando golpes y patadas, silbando y gritando. Uno de los hombres de la estación de investigación Hawking consiguió hacerse oír por encima del estruendo.
–Entonces, ¿Por qué no se produce el mismo fenómeno en la Tierra? Si esos seres son tan poderosos, ¿Por qué no extienden su inmenso poder hasta este humilde planeta? –Era imposible no darse cuenta del tono burlón de la pregunta, aunque el profesor García prefirió ignorarlo.
–No estoy seguro, aunque quizás sea porque, si lo hicieran, nos habríamos dado cuenta mucho antes. La Tierra es el único lugar donde se siguen permitiendo los juegos de azar, los casinos, las apuestas. Ya saben que, por seguridad, se prohibió el juego en cualquier instalación fuera del planeta. Si la ley de probabilidades cambiara aquí, cualquier jugador un poco despierto se habría dado cuenta.
–¡Pero llevamos siglos explorando el Universo! Siempre se pensó que era imposible que la raza humana fuera la única en un espacio tan infinito, la misma ley de probabilidades lo indica. Hemos enviado miles de misiones de reconocimiento a planetas escogidos al azar y en ninguno se ha encontrado vida ni nada que se le parezca ¿Cómo explica eso?
García carraspeó un poco antes de responder. La gente volvía a calmarse y a mirarle. Aquel iba a ser su momento de gloria, el que la mayoría de los científicos esperaban durante toda su vida sin que llegara, afanándose día tras día entre las cuatro paredes de su despacho.
–Bueno, es fácil, usted mismo se ha respondido en parte. No es necesario que les explique que la igualdad de probabilidades es la base de la estadística, de la estimación de sucesos, la distribución gaussiana, ¡Todo! La ciencia descansa completamente en la estadística. Contéstenme, por favor: ¿Cómo se eligieron esos planetas a visitar?
El doctor Barnard, el director del congreso, fue el primero en contestar –Los eligieron los ordenadores, no se pueden explorar todos los planetas, hay demasiados, así que se eligieron algunos según un patrón estadístico completamente aleatorio que... –De pronto se detuvo.
–¿Se dan cuenta? –García estaba casi gritando, mirando a la parte más alta de las ahora silenciosas gradas, con los brazos extendidos hacia delante, como la gigantesca estatua de Gagarin extendía sus brazos desde Plutón hacia el exterior del Sistema Solar –¿No es verdad que todos esos cálculos estadísticos se hicieron en ordenadores basados en las leyes de la probabilidad que conocemos en la Tierra? ¿No es cierto que esos cálculos usan también números aleatorios? ¿Qué pasaría si esas leyes ya no fueran válidas?
El silencio llenó el vasto edificio de cristal, y García tradujo en palabras lo que pasaba por las mejores dos mil mentes de la raza humana.
–¿No es posible que esos seres hayan alterado la ley de probabilidades sencillamente para que no les encontremos nunca?
La pequeña nave de reconocimiento encendió los sistemas de frenado al aproximarse al planeta XM-654. La tripulación la componían sólo dos hombres, el comandante Sullivan y el piloto Wang. Eran exploradores veteranos que habían visitado más de cien planetas diferentes sin encontrar nada más que algún filón de mineral, muchos peligros y ninguna atmósfera que fuera respirable para el frágil organismo humano.
–Ahí está esa maldita bola de basura sideral –Dijo Wang con evidente disgusto señalando a la gris circunferencia en la pantalla –¿Sabes, Sullivan? Estoy más que harto de esto. No entiendo por qué ahora, de repente, se ha vuelto tan urgente explorar nuevos planetas. Dicen que esos malditos cabezas cuadradas de batas blancas han vuelto a calcular los planetas con más posibilidades de contener algo vivo ¡Bobadas! Llevo años oyendo lo mismo y nunca hay nada ¡Nada!
Sullivan apartó la vista de la pantalla para mirarle. También estaba cansado. Llevaba tres días sin afeitarse, y la nave empezaba a parecerle una cárcel. Aquella iba a ser su última misión antes de unas largas y merecidas vacaciones en las termas de Venus. La exploración del planeta les llevaría varios días. Maldición, ya tenía ganas de abrazar a una mujer.
–Tienes razón. ¡Al diablo con ello! Te diré lo que vamos a hacer –Con una sonrisa misteriosa se llevó una mano al bolsillo y sacó su viejo amuleto, herencia de generaciones de Sullivans que se perdían en la memoria –¿Sabes lo que es esto? Es una moneda. Apuesto a que nunca habías visto una. La tiraré al aire, si sale cara, aterrizamos y exploramos; si es cruz, nos largamos a casa y decimos que éste era otro planeta sin nada de interés, uno más entre miles. Nadie se enterará nunca – Y el comandante Edgar O. Sullivan lanzó al aire la moneda, que giró perezosa en la gravedad artificial de la nave, cayendo hacia su mano abierta.
En ese momento algo plano y grisáceo, de tamaño descomunal, esbozó el equivalente a una sonrisa bajo las nubes de gas del planeta XM-654, al tiempo que enviaba un rayo mental hacia aquel trocito redondo de metal que daba vueltas. Se estaban acercando, pensó. El sencillo truco que durante siglos les había servido para ocultarse había sido finalmente descubierto. Ahora habría que reunir al consejo.
Tendrían que pensar otra cosa para mantener alejados a aquellos seres insignificantes pero, sin embargo, tan animosos.
2) "CONCIERTO PARA UNA MEMORIA" (Mónica Basilio Hazas) .
El doctor fue muy claro: “El virus de herpes simple que invadió el cerebro de Víctor destruyó parte de sus lóbulos temporales mediales, los cual significa que ha perdido la memoria. De ahora en adelante no podrá formar nuevos recuerdos ni evocar los anteriores”.
Sin embargo, la rapidez con que habló el médico era inversamente proporcional a la rapidez con la que Leonor comprendía su futuro y el de su hermano. Ella, una matemática y profesora de bachillerato, quedaba a cargo de uno de los mejores pianistas del país.
Meses después y a pesar de verla todos los días, Víctor ni siquiera recordaba que tenía una hermana. Leonor, cada vez se sentía más cansada de repartir su tiempo entre su vida profesional y su hermano.
Todos los días, al llegar del trabajo, ocurría lo mismo.
-¿Quién eres?
-¿No me reconoces? Soy tu hermana, Leonor.
-¡Leonor! Tanto tiempo sin verte, es grato recibir tu visita
Una noche, mientras escuchaba cantos gregorianos, oyó que Víctor trataba de imitarlos. ¿Acaso él recordaba cómo cantar? Ciertamente sabía hablar, leer y escribir en español; pero el interpretar una partitura… Leonor buscó un sencillo ejercicio de solfeo y se lo dio a su hermano. “Un código realmente extraño”
Desde ese día una inquietud quedó plantada en Leonor. La memoria de Víctor no se relacionaba con las demás funciones de su cerebro. Entonces, ¿cómo funcionaban esos 1 300 gramos de neuronas? Habría que investigar.
Durante dos semanas buscó varias revistas científicas hasta que encontró una que hablaba sobre la memoria. Leonor leyó acerca de la definición de recuerdo: “Una configuración de conexiones conformada por las neuronas del cerebro. Cada punto en el que se conectan las neuronas se llama sinapsis. Las aproximadamente 100 000 millones de células cerebrales pueden formar de 500 a 1000 billones de sinapsis, el equivalente a una memoria de 100 giga bites”
También encontró una breve explicación sobre el proceso en que las percepciones se convierten en recuerdo. Partes de la corteza cerebral reciben señales sensoriales que se conservan por fracciones de segundo. La corteza recibe la información y la tiene disponible para su uso al momento. Tras un breve período de tiempo, algunos recuerdos, con ayuda del hipocampo y los lóbulos temporales mediales, pasan de ser memoria de corto plazo a ser
memoria de largo plazo. El hipocampo enlaza los recuerdos y estos, una vez codificados, residen en la corteza, listos para ser utilizados.
La información más importante que encontró se relacionaba con los tipos de memoria: Hay memoria para hechos y sucesos, memoria para hábitos y habilidades y memoria emocional. Víctor sólo se había dañado la primera memoria, entonces… Leonor saltó de alegría. ¡Su hermano podía tocar el piano, entonar su voz, sentir una melodía! Aunque no supiera quién era su hermana, podía sentirse en confianza con ella. Sabía razonar, nadar y lo mejor de todo, ¡podía aprender nuevas habilidades!
Leonor fue hacia el estudio musical, casi olvidado. Desempolvó el piano de cola y llamó a Víctor. Lo invitó a tocar una pieza.
-Nunca he tocado el piano.
-Es muy fácil. Sólo tienes que intentarlo.
-No me sé ninguna melodía.
-En ese caso, coloca tus dedos sobre el teclado y deja que tu mano te guíe.
Un acorde de do mayor, la escala de mi menor y finalmente, una pequeña pieza de Bach. Las manos de Víctor se movían ahora rápido, ahora lento, la izquierda iba por un lado, la derecha por otro, de agudo a grave, de forte a piano. Sus dedos bailaban y su corazón sentía. Todo en perfecta armonía. Al siguiente día, aún extasiada por la experiencia del día anterior, Leonor fue a dar sus clases. Mientras caminaba hacia el salón de maestros pasó cerca de una clase de biología: “Durante décadas, los neurólogos aseveraron que era imposible regenerar las células cerebrales. Fernando Nottebohm, biólogo de la Universidad de Rockefeller, descubrió que los canarios adultos generan nuevas neuronas para sustituir las perdidas. Cuando las aves hallan nuevas fuentes de alimentos, conocen nuevos compañeros sociales, o aprenden nuevos cantos, este reemplazo alcanza su mayor apogeo. Con el avance de las investigaciones, hoy podemos afirmar que los seres humanos también fabrican neuronas nuevas”
Leonor meditó lo que acababa de escuchar: Si se aprenden nuevos cantos se generan nuevas neuronas. Los canarios cantan porque no tocan el piano. El piano es una extensión del cuerpo. Cuando se aprende una nueva pieza musical se lee la partitura, se aprende qué notas van y el cuerpo aprende hacia dónde moverse. El cuerpo aprende con la memoria de habilidades. Víctor puede aprender nuevas piezas para piano. Por lo tanto, ¡Víctor puede generar nuevas neuronas!
¿Sería posible que Víctor recuperase su memoria o, por lo menos, su capacidad para recordar hechos y sucesos? En ese caso, ¿cómo lograr que se aprendiera una nueva pieza?
Tal vez si ella desarrollara un programa de computadora al que, con indicarle las frecuencias, duración y orden de los sonidos, fuera capaz de mostrar un piano que ejecutara tal sucesión…
La redonda vale cuatro tiempos, la blanca dos, la negra uno, la corchea un medio, la semicorchea un cuarto… el metrónomo indica el tempo… clave de sol y clave de fa, tonos y semitonos…una onda de sonido con una frecuencia de 440 Hz equivale a la nota “la”. El programa era viable si se usaban conocimientos de música, física, computación y matemáticas.
La ecuación correcta, Leonor festejó su invento y le introdujo varias de las últimas composiciones de los músicos de su tiempo. El sábado en la mañana probaría si todo su esfuerzo valió la pena.
-Víctor, ¿crees que puedas tocar lo que te indica la pantalla?
-Nunca he tocado el piano; pero lo intentaré.
-Primero tocas con la mano derecha, luego con la izquierda y después las juntas.
-Claro, perdón, ¿qué debo hacer?
-Tocar lo que te indica la pantalla.
-Nunca he tocado el piano; pero lo intentaré.
Víctor no tardó mucho en aprenderse la nueva pieza. Leonor trabajó con él el resto de las composiciones durante toda la semana. Al siguiente viernes, cuando estaba a punto de entrar a su casa, su hermano abrió la puerta y le dijo:
-¿Eres Leonor? Ven y escucha lo que puedo hacer con el piano.
3) "EJERCICIO DE CIENCIAS" (Carlos Burgos)
– ¿Cuántos tienes ahora?
–Unos cuantos. Quiero asegurar el aprobado.
–Espero que no lo hayas vuelto a basar en reptiles; es original pero su capacidad evolutiva es muy limitada.
–No, he aprendido y no vuelvo a arriesgarme. El problema tanto de los reptiles como el de los peces es que no necesitan evolucionar, son demasiado perfectos.
–El primero que presenté fue con homínidos pero se aniquilaron al descubrir las armas nucleares.
–Sí, es frecuente, es una fase delicada y obligatoria. En uno de los que tengo ahora ya la han superado, pero están agotando los recursos del planeta que les asigné y creo que tampoco voy a poder conseguir una buena nota con ellos.
– ¿Es muy difícil conseguir que comiencen los viajes espaciales?
–En mi caso lo prefiero, no he tenido tiempo para diseñar un Cosmos en condiciones y me resultaría difícil contenerlos.
–Pon antimateria y agujeros negros para que se lo piensen. Yo he trabajado con distancias muy superiores a lo que puede abarcar su comprensión. No se dan cuenta que el secreto no está en mirar exclusivamente hacía las estrellas sino en mirar también en el microcosmos que alberga cada uno en su interior. Son incapaces de ver el abismo que llevan dentro.
–A mí se me a ocurrido agregar dimensiones, pero en el curso anterior suspendieron a varios por ser…”demasiado originales”. Aunque tampoco he visto que hubiese proyectos realmente interesantes. –El más avanzado que yo he visto este curso tiene homínidos colonizando planetas.
–Impresionante.
–No creas, vuelven a reincidir en problemas que se supone que ya debería tener solventados antes de abandonar el suyo.
– ¿Guerras por recursos, fragmentación política y religiosa…
–Sí, he llegado a la conclusión de que la facilidad evolutiva de los homínido se debe a lo imperfectos que son. Vamos, evolucionan por pura necesitad.
– Es cierto, aunque ellos siempre están convencidos de lo contrario. Esa es la razón de que probase con reptiles.
–Me desanima ver como intuyen que será su futuro con las emulaciones de ficción que hacen para entretenerse.
–Yo sin embargo me habría aburrido mucho si no fuese por sus series y películas de ciencia ficción. Pero es cierto que en ellas se ve su miedo a que las cosas sean diferentes. Los argumentos están casi siempre ligados a su historia medieval.
–Para mí el principal problema que presentan es su miedo a lo desconocido y su necesidad de apoyarse en la mística.
–Sí la religión lo destruye todo. Teniendo en cuenta que gran parte de sus conflictos bélicos se producen por eso o por intereses materiales.
–Por cierto, ¿cómo haces cuando se malogra uno de tus proyectos?
– ¿El de los reptiles por ejemplo?
–Por ejemplo.
–Lo “reseteo” y empiezo uno nuevo.
– ¿En el mismo planeta? ¿No es mejor cambiar?
–Se pierde mucho tiempo y mucha energía.
– ¿Y cómo haces para no destruirlo todo? –En ese caso utilicé un meteorito que colisionó con el placenta eliminado a las especies más grandes, alteró el clima dando protagonismo a otras que estaban relegadas por su tamaño pero que sobrevivieron a las bajas temperaturas por tener pelo.
– ¿Y no queda constancia de eso en el “histórico” del proyecto?
–Sí pero creo que lo enriquece y que puede ayudarme a conseguir nota.
–Yo utilicé los fragmentos del que se malogró por una hecatombe nuclear enviando bacterias congeladas en agua de meteoritos a un planeta próximo, pero no voy a incluirlo en la documentación del proyecto porque sus moradores están convencidos de que la vida se originó en suyo.
–Puedes argumentar que es frecuente que sea así.
– ¿Y cómo crees que puedo hacer que empiecen a creer en la colonización de otros planetas?
–Yo he probado a poner al alcance de su corta vista un planeta similar al suyo con características circunstanciales muy parecidas.
– ¿Y?
–Pues no sé, creo que ha contribuido a que descuiden más el suyo, que por cierto, ya tiene cinco veces la población que debería tener, según sus propios expertos, aunque estoy totalmente de acuerdo con ellos.
–Es un proyecto complicado, porque creo que si lo consigues empiezan a conquistar otros proyectos menos avanzados. Raptan a individuos y les hacen pruebas para determinar si pueden hacerse con su entorno.
–Por eso los he separado. Sólo podrían encontrarse si aprendiesen a plegar el tiempo, la utilización de los agujeros de gusano, o a aprovechar la energía de las estrellas, pero no soy tan optimista.
– ¿Qué crees que habría que presentar para conseguir la máxima puntuación?
–Pues la armonía entre ellos y el universo que los contiene, el dominio de la materia y de la antimateria, el abandono de ella dejando el cuerpo para fluir como energía inteligente, benévola y autosuficiente, el retorno de sus átomos al universo que se los cedió a través de una estrella. –Es bonito eso de que los homínidos tengan que convertirse en lo que les dio la vida. En estrellas. El contenido convirtiéndose otra vez en el continente.
–Una vez integrados así en el cosmos se completa el círculo. Tienen que entender que su existencia es en pos de la luz y no del foco que la emite. Que ellos son la única divinidad.
– ¿Y nosotros?
–Nosotros estamos fuera de su “universo”, es sólo un ejercicio de ciencias.
– ¿Oye tú crees que nosotros podemos ser el experimento de ciencias de alguien?
–No digas tonterías.
–Pues yo lo pienso incluir la documentación anexa, así a lo mejor me aprueban esta vez.
–Ni lo sueñes, es muy arriesgado, te suspenden seguro.
–Otros trece mil quinientos millares de eones estudiando.
–Bueno tampoco es tanto. ¿Te tomas algo conmigo después?
–Sí.