Nº1. De la Ciencia a la empresa: el alucinante viaje al fondo de la creación de una Empresa de Base Tecnológica (EBT) en el CSIC

. lunes, 3 de marzo de 2008
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Autor: ALBERTO BAGO PASTOR. Científico Titular, Estación Experimental del Zaidín (CSIC), Granada (España). Co-promotor de la empresa de base tecnológica del CSIC “MYCOVITRO S.L.”


Si alguien me hubiera dicho hace diez años que hoy iba a estar luchando por sacar nuevos productos, cerrar balances, abrir mercados y vender alta tecnología le habría tomado por loco, o por intentar gastarme una broma de dudoso gusto…

En aquel tiempo (allá por 1998) yo luchaba por objetivos supuestamente menos banales: por ejemplo, comprender la formación de estructuras de captación de nutrientes en unos hongos desconocidos para la inmensa mayoría de los ciudadanos de a pie, los “formadores de micorrizas arbusculares” (HMA). En las gélidas, pero increíblemente hermosas tierras del Québec (Canadá), entre bosques de arce multicolores, ballenas, osos negros y temperaturas que llegaron a alcanzar (lo juro) los cincuenta bajo cero, mis ambiciones científicas empezaban a alcanzar su cima, y suspiraba, tras más de tres años de estancia postdoctoral, en tener el suficiente currículum como para hacerme con un puesto de científico en cualquier punto del planeta que me permitiese (con grupo propio, eso sí) alcanzar sin trabas mis objetivos de investigación.

Tuvieron que pasar otros tres años de estancia postdoctoral en Estados Unidos, más ocho meses de contrato de reincorporación al sistema científico español para que (al tercer intento de oposiciones) alcanzase mi sueño. Eran tiempos difíciles, las plazas eran escasísimas y muy concurridas, y las oposiciones se convertían a veces en una auténtica carrera de obstáculos a todos los niveles. “Ahora ya puedes relajarte y estar tranquilo, ¡eres funcionario!”, era la felicitación mas frecuente de mis familiares y amigos al conocer la buena nueva. Qué equivocados estaban. Qué poco sabía yo lo que el destino me reservaba.

Mi sueño desde muy joven había sido investigar las bases biológicas del cáncer. Fue casi por casualidad que me encontré haciendo mi Tesina en el “friki” mundo de las micorrizas arbusculares, algo difícil hasta de pronunciar. Las “microrrizas”, como empiezan llamándolas la mayoría, o mas correctamente micorrizas, son unas increíbles asociaciones mutualistas entre la inmensa mayoría de plantas terrestres (mas del 95%) y un reducido grupo de hongos del suelo. Los hongos se instalan dentro de las raíces, colonizándolas sin hacerles daño alguno, y formando a continuación una intricada red de hifas alrededor del sistema radical, lo que se conoce como “micelio externo”, que actúa como un verdadero sistema canalizador de nutrientes y agua hacia la planta colonizada. Estas micorrizas las “inventó” la Naturaleza hace nada menos que 450 millones de años, cuando los ancestros de las actuales plantas vasculares luchaban por adaptarse al más que hostil nuevo ambiente terrestre: la asociación de sus protorraíces con los HMA fue tan fructífera que ha llegado hasta nuestros días por encima de cambios climáticos diversos y brutales. Las plantas micorrizadas están mucho mejor preparadas para adaptarse a todo tipo de suelos y situaciones difíciles, permitiendo la reducción de aportes químicos (fertilizantes, fitosanitarios) a los cultivos intensivos, y facilitando la supervivencia y producción de los cultivos extensivos, amén de ser factores clave en la recuperación del equilibrio natural del suelo, sostenibilidad de los agro- y ecosistemas y esponjas de CO2 atmosférico. De ahí su enorme potencial como herramienta restauradora y protectora de cultivos y cubiertas vegetales. De ahí también el “gancho” de este sistema biológico para encandilar a científicos enamorados de las maravillas de la Naturaleza. Yo soy uno de ellos.

El caso es que en el año 2001 el destino dio una nueva vuelta de tuerca, e hizo que mi “funcionariado tranquilo” y el “interesante sistema biológico de las micorrizas” se convirtiese en un producto biotecnológico patentable y con unas enormes expectativas de comercialización. Todo ello gracias a la chispa innovadora e intuitiva de quien es en la actualidad la otra socia co-promotora de MYCOVITRO, Custodia Cano, una auxiliar de laboratorio de biología con muchas Tesis Doctorales a sus espaldas, quien en cinco años consiguió “dar con la tecla” que muchos habían buscado y no hallado: diseñar un producto a base de micorrizas certificable, fiable y ultrapuro, de aplicabilidad real en el mundo de la producción vegetal, revegetación y reforestación. A partir de ahí las cosas tomaron un rumbo vertiginoso: uniendo nuestros esfuerzos, en 2005 esa tecnología fue presentada a la Oficina de Transferencia de Tecnología (OTT) del CSIC, evaluada y patentada. Con el apoyo incondicional de la OTT y el programa UNIEMPRENDIA empezamos a conocer que realmente existían otras posibilidades de hacer Ciencia además del laboratorio puro y duro; y, lo mas importante, que esas posibilidades las podíamos explotar nosotros mismos. En el camino subsiguiente a la creación de nuestra empresa de base tecnológica (EBT) del CSIC, “MYCOVITRO”, hemos encontrado toda clase de apoyos, en especial por parte de la Junta de Andalucía que dispone de un magnífico (y aún bastante desconocido) sistema de apoyo a iniciativas empresariales, desde la Agencia de Innovación y Desarrollo Empresarial (IDEA) a la Red de Espacios Tecnológicos de Andalucía (RETA). Gracias a todos ellos MYCOVITRO S.L. vio la luz el 2 de octubre de 2006. En la actualidad la empresa tiene una capacidad de producción que permitiría micorrizar unas 160.000 plantas al día, y esto es sólo el principio del escalado. Custodia es Directora de Diseño y Producción de las diversas familias de productos de la empresa (GLOMYGEL, GLOMIX, PROMYC, SACOSETA) y el Departamento de I+D+i a mi cargo colabora en cinco Proyectos de Investigación. En breve se implementará un Departamento de Calidad que certifique la pureza e idoneidad de nuestros productos.

Pero no todo es un camino de rosas, por supuesto. En la breve (pero intensa) andadura de MYCOVITRO hemos tenido la desgracia de encontrar “personajes” que por envidia, ambición, o simplemente mala fe han puesto las sombras en las luces de la Empresa. Este es el caso de una antigua socia, quien en su marcha por desavenencias internas nos demostró hasta dónde puede ser mezquino el ser humano. También sufrimos las filigranas económicas necesarias para salir adelante mes a mes, cuando “Papá Estado” no está detrás para apoyar salarios, o proyectos de investigación y somos los emprendedores los que tenemos que implicarnos económicamente hasta límites antes insospechados. De todo se aprende, y, desde luego, nosotros aprendemos más y más día a día.

A veces todavía me pregunto qué fue lo que me impulsó a dar el salto. Tal vez otro tipo de “curiosidad científica”; tal vez la necesidad de afrontar nuevos retos; tal vez el deseo de ganar dinero; pero, sobre todo, el abrir los ojos y comprender que los científicos estamos aquí para intentar aportar soluciones reales a la Sociedad, y no para encerrarnos en nuestros laboratorios y apartarnos del mundo, como críos haciendo construcciones de madera que cada día cambian de forma y sólo sirven para desarrollar su propia inteligencia y (por qué no decirlo), aumentar su ego. Por supuesto es fundamental que exista la Ciencia, que se fomente desde todas las Instituciones, porque sin investigación no hay futuro; pero hay también que perderle el miedo a emprender; en realidad, los científicos somos emprendedores natos: los que llegamos cada día al laboratorio y nos preguntamos cómo podemos solucionar mil problemas para que la Naturaleza nos abra el cofre de sus misterios.


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